• Inicio
  • Blog
  • Tu expresión como herramienta de poder
Tu expresión como herramienta de poder

Tu expresión como herramienta de poder

Uno de los retos más grandes a lo largo de toda mi vida ha sido expresarme libremente. Por mucho tiempo aprendí a callarme todo y reprimir mis emociones y opiniones la mayoría de veces… Hasta que la vida me hizo entender que ese no era el camino. Te cuento todo en este blog #2.

Lo que tiene Daniela, se llama Lupus… Recuerdo que nos dijo el doctor a mis papás y a mí en el consultorio después de revisar mis exámenes de laboratorio. Sentí la mano helada de mi papá en mi hombro derecho y llegaron muchos pensamientos y emociones revueltas en un segundo, mientras asimilaba bien lo que estaba escuchando.


Mi abuela paterna había fallecido por esa misma condición de salud, hace muchos años… Sentí miedo, incertidumbre, pensé en qué seguía ahora para mí, pensé en qué podía estar sintiendo mi papá al saber que ahora su hija tenía el mismo diagnóstico de su mamá que, precisamente, no pudo acompañarlo en su vida por esa condición.


Recuerdo muy bien que ese día yo consolaba a todos… A mis papás y a mi hermano… Les decía que todo iba a estar bien, mientras todos lloraban y se sentía una energía de mucha incertidumbre y miedo en la casa.


Y ¿por qué te cuento todo esto?

Porque aquí hay implícito un detalle muy importante del que te quiero hablar hoy: El reprimir nuestras emociones.


Desde pequeña me costaba mucho expresarme, hablar en público, defenderme, expresar mis emociones, mis opiniones, en fin. Era la niña “calladita” que los profesores querían mucho porque no daba problemas, sacaba las mejores notas, no hacía ruido en clase, etc. Pero, por dentro, en realidad era la niña que no se atrevía a ser libre porque creía que debía ser perfecta siempre ante los ojos de los demás y eso le estaba pesando demasiado.

De alguna forma, había asumido la idea de que tenía que ser siempre la fuerte, la perfecta, la que tenía todo bajo control, así que no me permitía expresar cómo me sentía en diferentes situaciones… Incluso, no me sabía defender, y eso me trajo algunas experiencias dolorosas que después les estaré contando.


Entonces, claro… Llegó a mis 21 años el diagnóstico del lupus, de una condición de salud bastante impredecible, y yo lo que hice fue usar eso que en algún momento había aprendido: Callarme lo que estaba sintiendo y procurar que pareciera que tenía todo bajo control.


Obviamente sí lloraba mucho por los síntomas que estaba sintiendo en mi cuerpo y sí me permitía descansar o no hacer mucho si lo necesitaba… Pero no me di el permiso de expresar con total libertad y claridad cómo me estaba sintiendo, el miedo a morir que tenía, la tristeza que sentía, la rabia, toda la avalancha de emociones que había en ese momento de mi vida. 


Y hoy estoy aquí, después de trabajar esta herida muy a profundidad por bastante tiempo, contándote esto porque hace un par de semanas, Dios y mi equipo celestial me dieron la oportunidad de recordar esta experiencia de aprendizaje desde una perspectiva que nunca había tenido: Esta vez fui espectadora de una situación que me reflejaba mucho… Era como si con esa escena Dios y mis angelitos quisieran que yo me viera ahí plasmada como la Daniela de 21 años que en algún momento se calló muchas emociones ante un diagnóstico de salud.


Pasó un día que fui a acompañar a mi novio a una cita médica en el centro de salud… Tuve la oportunidad de que nos sentáramos en otras sillas, pero por alguna razón decidí que nos sentáramos en unas sillas que estaban un poco más al fondo en la sala de espera, junto a una señora de aproximadamente unos 60 o 70 años. Nos sentamos ahí mientras llamaban a mi novio para atenderlo en su cita de control, y hasta ahí todo normal.


De repente, me di cuenta de que la señora estaba esperando a su hija y su nieto que estaban en una cita con la pediatra del niño… Era un niño de aproximadamente 8 o 9 años. Recuerdo que tenía su uniforme de colegio puesto asumo que para irse al colegio apenas saliera de su cita médica. Ellos fueron llegando a donde estaba la señora y la mamá del niño traía cierta cara de preocupación. Como yo estaba al lado de ellos, alcanzaba a escuchar un poco lo que hablaban. La señora preguntaba qué había dicho el médico, y la mamá del niño, con mucha preocupación, le contaba que la doctora había dicho que, según los exámenes, el niño estaba muy mal del hígado y que debían hacerle un examen de urgencia ese mismo día para validar si necesitaba un trasplante.


La abuela y la mamá del niño lloraban angustiadas por el diagnóstico, mientras el niño simplemente, en una silla que estaba frente a ellas, las miraba de reojo mientras se forzaba a distraerse con un videojuego en su celular. Su abuela le tomaba la manito y le daba palabras de motivación, y él solo la miraba, con una medio sonrisa en su cara y le decía que todo iba a estar bien… ¡Justo la frase que yo le dije a mi familia cuando en realidad necesitaba ser yo la que me permitiera sentir miedo y no la que consolara a los demás en medio de esa noticia!


Yo podía notar que el niño no estaba tranquilo en realidad… Con varios años como terapeuta aprendes a distinguir gestos, movimientos y energías de las personas que te hacen percibir cómo se sienten en realidad. Su carita de confusión lo demostraba… De hecho, se pisaba los pies él mismo, y cuando su abuela le dijo que no lo hiciera porque se dañaba los zapatos, él dijo que eso lo hace cuando no entiende nada y no sabe qué hacer. Y es que, a su corta edad, ¿cómo se toma la noticia de que posiblemente te tienen que hacer un trasplante de hígado y que te tienes que cuidar mucho en la dieta dejando de comer cosas que te gustan mucho?


El niño siguió usando el videojuego en su celular como recurso para ocultar su miedo y su confusión hasta que, por último, cuando ya mi novio salió de su cita y fue a buscarme a esas sillas para irnos, por fin el niño se acercó a su mamá porque ella lo invitó a sentarse al lado de ella, y pudo soltar esas lágrimas que necesitaba dejar salir. Por fin el niño se derrumbó y le confesó a su mamá que tenía miedo, mientras lloraba y la abrazaba. Justo en ese momento ya tuve que irme, pero alcancé a ver todo mi proceso de varios años, reflejado en unos minutos, en la escena que ese niño protagonizó ese día frente a mí, como un recordatorio de lo mucho que he avanzado y de lo valioso que ha sido para mí el permitirme expresar y dejar de callarme y ocultarme como antes lo hacía. Qué linda la vida siempre con sus mensajes poderosos presentándose de la manera menos pensada. Agradezco a Dios por permitirme dar cierre a esa herida con ese detalle final de verme reflejada en la carita de ese niño y poderme decir a mí misma “PERDÓN”. 


Y bueno, con el paso del tiempo he podido hacer consciencia de todo esto y he ido aprendiendo a expresarme muchísimo más y de verdad que qué bien se siente… Es como si me hubiera quitado un peso enorme de encima… El peso de tantas palabras que no habían podido salir a la luz. De hecho, el 2024 fue casi que un “curso intensivo” que me envió Dios para aprender sí o sí a expresarme y a mostrar todo lo que soy, con mis fortalezas y con mi vulnerabilidad (puedes saber qué pasó en ese año, leyendo el blog #1).


Entendí que, como lo dije en el artículo anterior, mi verdadera fortaleza no es cuando me callo todo para parecer que me las sé todas y que tengo siempre todo bajo control… Mi verdadera fortaleza está en realidad cuando me doy permiso de sentir, con todo y lo que eso implique, sin importar lo que otros puedan opinar de mí por el hecho de sentirme de una u otra forma… Y mi fortaleza está también en lo que decido hacer con eso que siento, además de expresarlo… En cómo decido transformar eso que estoy sintiendo en algo que me impulse a crear conscientemente una realidad que se sienta bien para mí.


No se trata de sentir y quedarme para siempre hundida en ese dolor, en esa rabia, en ese miedo, etc. Se trata de atravesar eso que estoy sintiendo, con la intensidad con la que venga, pero luego darme también el permiso de salir de ahí porque entiendo que no soy esa rabia, ese dolor, etc. Que soy mucho más que eso, y que cuando recuerdo mi poder, puedo seguir siendo creadora de mi vida a partir de todos los regalos maravillosos que me están dejando esas emociones y experiencias retadoras.


Se trata de recordar que tus emociones están ahí para MOVERTE (su mismo nombre lo dice), no para hundirte.


Y es ahí cuando recuperas tu poder porque dejas de malgastar tu fuerza y tu energía en hacer todo lo posible por retener eso que estás sintiendo o que estás pensando (como cuando quieres cerrar una caja que está rebosada de cosas y te toca hacer mucha fuerza para mantenerla cerrada) sino que, más bien, empiezas a canalizar toda esa energía hacia tu capacidad de CREAR nuevos escenarios para ti a partir de la información que tus emociones te están dando.


Y bueno, quiero que tomes esta breve historia como una señal o recordatorio de que tú no mereces mantenerte oculta, que no mereces tener prohibido sentir. Que tú mereces ser libre y que cada pedacito de lo que eres en diferentes temporadas y circunstancias de tu vida, es valioso y merece su lugar en tu vida… Porque eso es lo que te hace ser tú, eso es lo que te hace diferente a los demás, y todos esos pedacitos de ti son los regalos que Dios te ha dado para venir a disfrutar esta vida y crear un camino donde encuentres tu significado de felicidad.


Así que, si eres como era yo, y también tienes miedo de expresar lo que sientes por pensar en qué irán a decir los demás acerca de ti, esta es tu señal y tu recordatorio para que dejes de hacerte daño… Para que te empieces a cuestionar si de verdad está mal sentir, si de verdad necesitas ocultar lo que sientes, si de verdad es peligroso expresar lo que sientes… Para darte cuenta de que, en verdad, nunca fue así… Y que, a partir de ahora, puedes darte el permiso de hacerlo diferente… Darte permiso de SER en todo el sentido de la palabra, con todo y lo que por mucho tiempo viste como una debilidad.

Es tu momento de reclamar tu libertad. Es tu momento de validar todo lo que eres y recuperar tu libertad de expresar lo que eres, sientes y piensas.


Recupera tu voz, recupera tu expresión… Recupera tu poder. 


Nos encontramos en un próximo Blog. 

(Recuerda que también subo estos contenidos como Podcast en Spotify y YouTube)


Uno de los retos más grandes a lo largo de toda mi vida ha sido expresarme libremente. Por mucho tiempo aprendí a callarme todo y reprimir mis emociones y opiniones la mayoría de veces… Hasta que la vida me hizo entender que ese no era el camino. Te cuento todo en este blog #2.

Te puede interesar
Cerrar X